


Alba me pidió que le trajese una piedra de alguno de esos lugares bonitos y lejanos a los que voy. Las colecciona. Me pidió un objeto para revivir lo no vivido, un objeto más antiguo que cualquiera de nosotros y que probablemente nos sobrevivirá. Un objeto para poder soñar despierta con otro tiempo y otro espacio solo con tocar su superficie, lisa y fría.

Y me gustó tanto la idea, que mi compulsión evocadora diseñó un plan a medida para hacerla soñar: cada piedra sería recogida en un lugar especial, grandioso, mágico o emotivo.

Y antes de coger cada piedra, realizaría una fotografía de ese momento y ese lugar. Asociar el objeto con su momento y su lugar: un punto de partida para la imaginación.

Cuando elijo una piedra de entre todas las piedras vulgares y la asocio a un instante, a una imágen, la convierto en un objeto especial, en un medio de comunicación que prentende la empatía del receptor, trasmitir la emoción que experimento.

Y este es el resultado de la recolección. Las piedras del camino que cuentan toda una historia que de alguna manera ha cambiado mi vida.

Gracias Alba, ha sido un placer viajar de esta manera contigo.




